lunes, 21 de marzo de 2011

Educacion Informativa

Cuando hablamos de la Segunda Guerra Mundial, es inevitable no abstraerse de la cantidad de muertos que este conflicto bélico trajo consigo. Es que 100 millones de vidas no es un número menor.
Son muchas las imágenes que hemos visto, unas tantas recreadas por el cine, industria donde los norteamericanos llevan la delantera. Rescatando al Soldado Ryan es un ejemplo de lo anterior, film que muestra a un grupo de soldados estadounidenses, que ingresan en territorio francés, ocupado por los alemanes, a ubicar a un soldado que tiene órdenes de regresar a su casa en los Estados Unidos, tras el renombrado desembarco de Normandía mas conocido como “el Día D”.

El Día D es recordado como la ante sala previa al fin de la guerra, ya que después de esto, los ejércitos aliados liderados por Estados Unidos se movilizaron hacia Berlín a poner fin al tercer Reich.
Sin embargo esa es, y lamentablemente será, la más importante de las batallas para los occidentales. Pero calificar de lamentable ese acontecimiento no es desmerecerlo, por el contrario, fueron muchas las vida entregadas en esa playa el 6 de junio de 1944, 300 mil soldados al mando del general norteamericano Dwight Eisenhower, que lucharon de manera noble.

Pero existe otro acontecimiento que marca el verdadero fin de la Segunda Guerra Mundial, y un memorial se ha instalado en el lugar para no abstraer a quien lo conozca del verdadero e importante episodio vivido hace 62 años en la ciudad que hoy es conocida como Volgogrado, para otros Stalingrado.
En la cima de la colina se levanta imponente la figura de la “Madre Patria” o “Rodina”, coronando lo que se conoce como el Mamayev Kurgan.  La palabra kurgan es de origen tártaro y significa túmulo, y se ha conservado pues sobre los viejos y legendarios cadáveres mongoles, yacen también los de rusos y alemanes.
Inaugurado en 1962, el memorial ocupa una superficie de 65.000 m2 que inicia con una avenida de álamos, decorada con esculturas típicas de la URSS de aquellos años.

El Salón del Valor, una enorme sala circular con una mano en el centro sujetando la antorcha o llama eterna, es custodiado por dos guardias armados que cambian de turno cada media hora, en una ceremonia lenta, reverente y sobrecogedora que emociona hasta las lágrimas.
Pero sin duda la imagen de la Rodina es la más soberbia de todas. Dominado la parte más alta del memorial y también de la ciudad, por mucho tiempo la escultura más alta del mundo, la fría y robusta Madre Patria, con sus 52 metros de altura extiende su espada hacia occidente, como enfrentando a un enemigo que viene de esas latitudes.

Se emplearon 55.000 toneladas de cemento y 25.000 de acero y no está fijada al suelo por ningún soporte, descansa sobre su propio peso, 250 toneladas.
Así recuerdan los rusos, así deberíamos recordar todos, de manera objetiva.
Así dijo el Presidente Roosevelt al dirigirse a los combatientes de Stalingrado: "Su gloriosa victoria retuvo la ola invasora y dio un giro a la guerra de las naciones aliadas contra las fuerzas de la agresión". Es preciso recordar por ejemplo que después de este episodio, los rusos emprendieron marcha hacia Berlín, en una carrera contra el tiempo, para llegar antes que los norteamericanos a la capital del tercer Reich.

 

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